EL CORONEL MANUEL EDUARDO ARIAS: UN LUCHADOR SALTO-JUJEÑO DE LA INDEPENDENCIA

Presentación: ¿quién fue Manuel Eduardo Arias?

El reconocimiento al Coronel Manuel Eduardo Arias como uno de los más destacados miembros de las fuerzas independentistas en territorio salto-jujeño tiene su fundamento en datos hace tiempo acreditados históricamente . Realizando un breve repaso de su biografía , señalaremos que Arias fue desde su juventud un hacendado dedicado a la cría y transporte de ganado mular en la zona de San Andrés. Esta antigua población (actualmente en territorio salteño), cuyo origen se remonta a la época incaica, se ubica en un valle de la serranía del Zenta hacia el este de la quebrada de Humahuaca, cadena montañosa que delimita las provincias de Salta y Jujuy. Arias había heredado allí una hacienda de sus ancestros paternos, los Arias Rengel, familia con una larga tradición como miembros de la aristocracia salteña. Sin embargo, Arias era mestizo, ya que por parte de su madre pertenecía a la comunidad originaria kolla.

Aunque es probable que se vinculara con las ideas revolucionarias ya desde 1810 , se sabe que Arias se incorporó plenamente a la lucha en la “guerra gaucha” junto con sus peonadas hacia mediados de 1814. Actuó en un primer momento como Capitán de “bomberos”, término con que se denominaba por entonces a aquella gente vaqueana que realizaba tareas de espionaje sobre las fuerzas enemigas y recababa información para las fuerzas patriotas. Por su gran conocimiento de la zona y su ascendente entre el paisanaje de la región, Güemes lo designó en 1816 “Comandante de los Gauchos de Orán, San Andrés y la Puna” , y le encomendó la defensa del camino que por entonces unía Humahuaca con el valle del Zenta y las planicies del chaco salteño.

Entre 1814 y 1819 Arias se destacó entre otros jefes de milicias por su audacia y sus cualidades de estratega, las que desplegó en numerosos enfrentamientos contra las fuerzas realistas. Esto le valió el reconocimiento de Güemes, quien solicitó su ascenso a al grado de “Coronel Graduado”, además de una condecoración diseñada por Belgrano y concedida por parte del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Todo ello está en el origen del amplio reconocimiento que actualmente se le tributa, principalmente en la provincia de Jujuy, como un destacado luchador por la Independencia.

Sin embargo, Arias es considerado también un personaje polémico, sobre todo por su enfrentamiento a Güemes ocurrido a partir del año 1819. Esta disidencia, que ya ha sido tratada en profundidad en otras publicaciones , no menguó en nada el valor de su participación en el proceso independentista. En 1821, luego de la muerte de Güemes y al regresar de su exilio en Tucumán (a donde había sido desterrado dos años antes, acusado de participar de una sedición contra el Gobernador), Arias es repuesto en el cargo de “Comandante General de la Puna y Valles” , y reorganiza sus milicias gauchas para enfrentar a las fuerzas realistas que nuevamente avanzan sobre territorio salto-jujeño. Como otros opositores a Güemes , Arias no solo mantuvo intactos los ideales independentistas, sino que continuó luchando contra las fuerzas enemigas hasta los últimos días de su vida: el día 25 de mayo de 1822 (pocos días antes de su muerte) Arias informa al Gobernador Dávila las previsiones tomadas, habiendo hecho “circular las órdenes conducentes a la reunión de la gente para realizar la expedición que se prepara contra el común enemigo” .

Envuelto en la guerra civil desatada en ese año 1822 entre Salta y Jujuy, Arias sufre una emboscada de una patrulla bajo el mando del oficial salteño Mariano Abán que, guiado por algunos lugareños , le da muerte en San Andrés el 16 de junio de 1822, un año después de la muerte de Güemes.
De sus muchas acciones militares contra las fuerzas realistas desarrolladas entre los años 1814 y 1822, nos detendremos en este artículo particularmente a repasar el rol que Arias desempeñó durante la ocupación del territorio salto-jujeño que hiciera el ejército español entre diciembre de 1816 y mayo de 1817.

Durante aquella sexta invasión realista bajo el mando del Mariscal de la Serna, conocida en la historia de la Guerra de la Independencia como “la Gran Invasión”, el Coronel Arias tuvo algunas de sus actuaciones más destacables, aquellas por las que ha sido considerado por algunos historiadores como “el jefe divisionario de más cabeza del ejército de la Provincia” .

La gran invasión de 1816/17

En el año 1816, el escenario de la guerra se presentaba bastante ventajoso para España. Durante ese año las fuerzas españolas obtendrán numerosos triunfos en el Alto Perú, y serán vencidos y muertos los coroneles patriotas José Camargo, Ignacio Warnes y Manuel A. Padilla, principales líderes revolucionarios de las llamadas “Republiquetas” altoperuanas. La prioridad para las fuerzas realistas era por entonces reorganizar su ejército con el objetivo de avanzar hacia el sur y someter definitivamente a los revolucionarios de las Provincias Unidas de Sud América, quienes habían declarado la Independencia el 9 de julio en Tucumán. El general español Joaquín de la Pezuela es nombrado Virrey del Perú, y tomando conocimiento de los preparativos de San Martín en Mendoza, prevé que un avance del ejército realista le impediría la invasión del territorio chileno con el Ejército de los Andes. En agosto de 1816 arriba al territorio americano el Mariscal José de la Serna, veterano militar de la Guerra de la independencia española contra Napoleón, haciéndose cargo del mando del Ejército realista. Este se verá reforzado con la incorporación de oficiales y regimientos vencedores en la guerra contra los franceses:

El Ejército Real del Alto Perú estaba compuesto por más de 7.000 hombres, organizados en 14 cuerpos de línea veteranos, repartidos por igual según sus armas en siete de infantería y otros siete de caballería: Húsares del Rey, Dragones de la Unión de Fernando VII, dos Batallones de Imperiales de Alejandro, el Batallón de Granaderos de la Guardia y el Destacamento de Cazadores a Caballo, a los que se sumaba el apoyo de los regimientos de Extremadura, Gerona y Cantabria, que eran los más numerosos.

Con aproximadamente cinco mil hombres de esta poderosa fuerza De la Serna se proponía avanzar sobre el territorio rebelde. El 12 de septiembre le escribe al Virrey diciendo: “Creo podría lisonjearme al asegurar a V.E. formaría un cuerpo de ejército capaz de entrar a Buenos Aires para el mes de mayo del próximo año”. Suponía además que su avance no encontraría mayores resistencias en Salta y Jujuy, ya que consideraba a Güemes y a sus milicias como un oponente menor. En una carta dirigida el 14 de diciembre de 1816 al Capitán patriota Pérez Uriondo decía De la Serna:

“¿Cree usted por ventura que un puñado de hombres desnaturalizados y mantenidos con el robo, sin más orden, disciplina ni instrucción que la de unos bandidos, puede oponerse a unas tropas aguerridas y acostumbradas a vencer las primeras de Europa, y a las que se haría un agravio comparándolas a esos que se llaman gauchos, incapaces de batirse con triplicada fuerza, como es la de su enemigo?” .

Güemes, muy contrariamente a la idea de De la Serna, era un militar de carrera con una acabada formación castrense desde sus tempranos 14 años, edad a la que ingresó en el Regimiento Fijo de Infantería con asiento en Salta y luego en Buenos Aires. En éste último destino es donde había comenzado su experiencia en combate, habiendo tenido ya a los 21 años una destacada actuación como teniente del Cuerpo de Granaderos de Liniers durante las Invasiones inglesas de 1806 y 1807.

Al momento de comenzar en 1816 la “gran invasión”, el General Güemes era Gobernador de la Provincia de Salta y Jefe de la Vanguardia del Ejército del Norte. Aquel Ejército patriota, luego de la importante derrota que sufriera en Sipe-Sipe (29 de noviembre de 1815), se hallaba acantonado en Tucumán y, desde agosto de 1816 nuevamente bajo el mando del General Manuel Belgrano, superior inmediato de Güemes.

Para comprender cabalmente el enorme desafío ante el que se encontraba el gobernador Güemes cuando se apresta a enfrentar la mayor de todas las invasiones realistas, debemos tomar en cuenta las enormes dimensiones del escenario de guerra al que se enfrentaba: las vías de acceso por las que se produciría el avance del ejército enemigo y que debían ser cubiertas recorrían una distancia de unos 600 km (desde Tarija a Salta). Pero la totalidad del territorio en el que se llevarían a cabo las acciones bélicas abarcaba una extensión total de más de 30.000 km2.  Al carecer de fuerzas regulares que le permitieran cubrir tal extensión y hacer frente al poderoso ejército español, Güemes planteó una estrategia acorde a las circunstancias: nombró a distintos hacendados y personajes con ascendente entre la población rural como “Comandantes de milicias” en cada región de la provincia. Las milicias, convocadas por los mismos Comandantes, eran fuerzas irregulares conformadas principalmente por sus propios peones y población aborigen de las zonas rurales.

Estas “milicias” debían llevar adelante no una guerra convencional de confrontación directa, sino una guerra basada en la privación de recursos y de desgaste de las fuerzas enemigas mediante acciones subrepticias y acotadas, estrategia que ha sido consagrada en la Historia la bajo el nombre de “guerra gaucha” . Así lo comenta el mismo Güemes a Belgrano, cuando en diciembre de 1816 le explicita que el objetivo de las milicias sobre el enemigo “es el de quitarles los víveres, sin los que sus refuerzos perecerán y sus cabalgaduras que las tienen en alfares, se les acabarán, porque es indispensable las ocupen en nuestras correrías y quedarán ineptas para cualquier empresa” . Los lugareños poseían como ventaja estratégica el conocimiento del terreno y el manejo de las amplias posibilidades que brinda aquella geografía: valles, quebradas, montes o selvas que les posibilitaban esperar ocultos a los enemigos, atacarlos por sorpresa y escabullirse rápidamente. Como explica el historiador Jorge Sáenz, “el concepto táctico de Güemes que iba a regir durante toda la campaña era la guerra de desgaste, que incluía la guerra de recursos” .

Para afianzar esta estrategia en la totalidad del territorio bajo su mando, el General Güemes designó a cada Comandante en un espacio específico dentro del teatro de operaciones, sobre el cual debería actuar con sus milicias. Contaba además con la ventaja de que en algunos casos, dicho territorio coincidía con la zona en la cual desarrollaban su actividad o tenían influencia entre la población. Desde allí debían operar sobre el avance enemigo según la estrategia de guerra de desgaste y recursos, manteniendo estrecha comunicación y colaboración con los otros jefes militares. Güemes nombró al Coronel Francisco Pérez de Uriondo a cargo de la región de Tarija; al Coronel Mayor Juan José Fernández Campero (Marqués del Valle de Yavi) en la Puna oriental, actuales departamentos salteños de Iruya y Santa Victoria. También distribuyó a lo largo de la quebrada de Humahuaca partidas situadas escalonadamente bajo el mando de José María Pérez de Urdininea, como la del Coronel Manuel Álvarez Prado, los Comandantes Bartolomé de la Corte y José Gabino de la Quintana, entre otros. Más al sur, sobre Salta y el valle de Lerma operaban las fuerzas de los comandantes Alejandro y Luis Burela, de Apolinario Saravia, y del mismo Güemes. Además de las milicias gauchas, Güemes contaba con tropas regulares de caballería, los llamados “Infernales” al mando de los Capitanes Juan Antonio Rojas y Bonifacio Ruiz de los Llanos, que con rápidos desplazamientos podían actuar de apoyo en las circunstancias que así lo requiriesen .

En el caso de Manuel Eduardo Arias, Güemes le confía el resguardo del territorio que atraviesa el camino que desde Humahuaca avanza hacia el este, y cruzando serranías que superan los 4000 m. de altura llega hasta el valle del Zenta y Orán. Era este, según la acertada previsión de Güemes, una de las vías por las cuales avanzarían las tropas realistas, tanto por su importancia estratégica para el dominio del territorio, como por los numerosos recursos que la zona ofrecía en ganados y cultivos, imprescindibles para el sostenimiento del ejército invasor.

Arias durante la ocupación realista del Valle del Zenta.

El desplazamiento del ejército realista comienza a fines de 1816, con el avance de la vanguardia española a cargo del General Pedro Antonio Olañeta, adelantándose al resto de la fuerza que lo sigue bajo el mando de De la Serna. Olañeta obtiene un resonante triunfo el 15 de noviembre en la zona de Yavi, tomando prisionero al Comandante patriota José Fernández Campero (Marqués de Yavi), y neutralizando totalmente sus fuerzas. Continúa su marcha hasta el poblado de Humahuaca y lo ocupa el 23 de diciembre, derrotando al Teniente Manuel del Portal y a la pequeña fuerza patriota que allí se asentaba. Las alturas del cerro sobre el que se ubica Humahuaca constituían un importante punto estratégico, ya que permitía dominar la circulación por toda la quebrada, vía por la que necesariamente debía transitar De la Serna, por entonces ya ubicado en Yavi con el cuerpo principal de su ejército.


A partir de la ocupación de Humahuaca la marcha de la vanguardia realista va a dividirse para avanzar sobre dos frentes: la parte más considerable bajo el mando de Olañeta se adelantará por el “Camino Real”, con dirección a Jujuy. La segunda columna, compuesta por un batallón de Partidarios y un Escuadrón de Cazadores bajo el mando del Coronel José Guillermo Marquiegui se dirige desde Humahuaca hacia el este, por la serranía del Zenta, con el objetivo de ocupar Orán. Este avance tenía entre sus objetivos principales la obtención de ganados y alimentos, los que serían trasladados hacia Jujuy para el sostenimiento de la tropa. Pero sin duda pretendía también eliminar a Arias, quien constantemente hostilizaba el avance realista, y así neutralizar sus fuerzas como ya se había logrado con el Marqués de Yavi o con los jefes alto-peruanos. Olañeta, que el 6 de enero había ocupado con su vanguardia la ciudad de Jujuy, el día 14 de enero de 1817 le escribe al Mariscal De la Serna informándole que “determiné destacar por mi izquierda, con dirección al valle de San Andrés y Orán al coronel don Guillermo de Marquiegui con el batallón de partidarios y la mayor parte del escuadrón de cazadores; estos puntos interesantes por su posición y por los recursos que pueden proporcionar, están infestados de partidas enemigas que podrían interceptar nuestra comunicación…” . Esas partidas enemigas que “infestaban” San Andrés y Orán a las que hace referencia Olañeta, no son otras que las milicias al mando de Arias.

El coronel Marquiegui, cuñado de Olañeta, era un natural jujeño y hacendado azucarero de la zona de Ledesma, al sur del Valle del Zenta, por lo que también poseía un acertado conocimiento de la región. A partir de 1812 Marquiegui había optado por el bando realista y luchaba como miembro del ejército español. Pero a pesar del dominio que poseía sobre la geografía del lugar su avance fue muy dificultoso, viéndose constantemente hostilizado por las milicias de Arias. A lo largo del camino que desde el abra del Zenta pasa por San Andrés y llega hasta Orán, Marquiegui recibió contantes y sorpresivos ataques de los gauchos de Arias. En total se contabilizaron seis días de enfrentamientos, y aunque Marquiegui arribó a las cercanías de la ciudad el 10 de enero, debido a la firmeza de los hombres de Arias no logró ocupar Orán hasta día 12. Esta ostensible hazaña es informada por Güemes al General Belgrano, en un parte en el que indica que “el enemigo tomó la plaza de Orán, después de una vigorosa resistencia por seis días consecutivos, de modo que para avanzar diez leguas gastó el tiempo en que de otro modo pudo haber avanzado hasta ciento” Marquiegui “luego de poseer por algunas horas vanamente la ciudad de Orán, cuya población había desaparecido como la de Jujuy, se halló en un punto más desamparado, sin haber podido prender ni exterminar a Arias, ni perseguirlo más; porque de allí en adelante se dilataban las sabanas infinitas de los Chacos” . Arias había ordenado a los vecinos de la ciudad de Orán que abandonen sus viviendas y oculten en el monte selvático que rodeaba la ciudad sus bienes, especialmente todo ganado o alimento que pudiera ser requisado por las fuerzas realistas.

Marquiegui no logró dar con Arias, y tampoco consiguió el ganado ni los recursos que buscaba en Orán. Arias y sus tropas no solo fueron capaces de ocultarse hábilmente en las espesuras del Zenta y en el desierto chaqueño, sino que además su conocimiento del terreno le permitió emboscar a Marquiegui en su desplazamiento hacia el sur rumbo a la ciudad de Jujuy. El Coronel Arias continuó atacándolo en los días sucesivos en combinación con otras divisiones de gauchos y sometiéndolos al acoso casi diario en su avance. Las fuerzas de Marquiegui debieron enfrentar constantes ataques en su regreso hacia Jujuy: “el 15 de enero en el Río de las Piedras, el 17 de enero en el Río Sora, 19 de enero en el Río San Lorenzo, el 20 de enero en el Río Negro y en la noche del 21 al 22 de enero, en la vertiente suroriental de las Sierras de Zapla” . Esta persecución de las tropas de Marquiegui en su retirada por parte de las distintas milicias gauchas fue tan eficaz que el propio General Olañeta debió salir con una avanzada realista desde Jujuy hacia Calilegua para socorrer las diezmadas tropas de su cuñado, que había perdido en su periplo un tercio de sus hombres. Olañeta pudo reencontrar y rescatar la fuerza de Marquiegui recién el día 23 de enero, casi dos semanas después de lo previsto.

El mismo Comandante Arias da cuenta de su estrategia en los enfrentamientos contra las fuerzas realistas durante enero de 1817 en un parte dirigido al General Güemes desde la ciudad de Orán, la que para fines de ese mes había vuelto a ocupar con sus milicias: “Ya ve V.S. que mis sacrificios son grandes y que yo no me duermo, bato al enemigo en cualquier número que venga y en cualquier circunstancia no pierdo gente, ni corro precipitadamente, me sostengo e impongo al enemigo ya que no terror, respeto” . Vemos aquí la “guerra de desgaste” propuesta por Güemes, hábilmente ejecutada por Arias y sus milicias: su estrategia consistía en enfrentar al enemigo en cualquier circunstancia que lo permitiera sin poner en riesgo la propia tropa.

Pero estas tácticas de desgaste no fueron las únicas desarrolladas por Arias. También efectuó en numerosas oportunidades operaciones de combate de magnitud considerable, como el sorpresivo ataque realizado sobre la guarnición realista posicionada en Humahuaca el 1° de marzo de 1817.

San Andrés, en la serranía del Zenta, por el camino que une Humahuaca (Jujuy) con Orán (Salta).

Ataque sorpresa a la guarnición realista en Humahuaca.

En su avance hacia el sur, De la Serna arriba con el grueso de su ejército a Humahuaca el día 14 de enero, donde deja instalado su abastecimiento de retaguardia, junto a un importante arsenal de reserva. Sobre una loma que dominaba la vista de la quebrada, hace voltear una pequeña capilla para construir las barricadas donde se instaló una batería de cañones, quedando una de sus torres como mirador. Deja en custodia de la base realista el Regimiento de Picoaga junto a una sección de artilleros, en total unos ciento cincuenta hombres. Convertida así Humahuaca en lo que él suponía un resguardo seguro, De la Serna continúa el avance con el resto de su fuerza rumbo a la ciudad de Jujuy, a donde arribará el 25 de enero.

Del otro lado de las serranías del Zenta, la exitosa acción de Arias en Orán le había permitido en menos de un mes recuperar de manos ejército realista su posición en San Andrés. Habiendo accedido a información precisa sobre la guarnición realista proporcionada por sus “bomberos”, Arias solicita a Güemes autorización para ejecutar la arriesgada acción militar que se le había encomendado: atacar la retaguardia del ejército realista y someter la guarnición de Humahuaca. El día 20 de febrero Güemes envía un oficio a Belgrano informando que “dicho Comandante se dirigió el mismo día 11 al punto de San Andrés, a virtud de mis órdenes con el objeto de reunir las divisiones que allí existen y operar contra la corta guarnición que ha quedado en Humahuaca” . El día 24 de febrero “ya había reunido el Comandante Arias de Orán todas las divisiones de Iruya, San Andrés, la Quebrada y demás (…) y el 1° del corriente estaban dispuestos para la sorpresa”.

El pormenorizado parte del ataque a Humahuaca que Arias envía a Güemes y que este a su vez reenvía a Belgrano, nos permite reconstruir en detalle como fue la toma de esa importante posición realista. Contando tan solo con ciento cincuenta milicianos divididos en tres secciones, “la mayoría sin más armas que palos”, Arias ataca la guarnición realista en la madrugada del 1° de marzo de 1817. Mientras una fracción de su fuerza logra neutralizar la artillería, otra sección ataca el cuartel de soldados, y él mismo toma el arsenal junto con sus hombres. El enfrentamiento se prolongó durante una hora y media, pero la acción resultó efectiva, con un resultado altamente favorable para las fuerzas patriotas: ochenta y seis soldados prisioneros, siete oficiales de rango, siete cañones, cien fusiles, municiones, etc., y como trofeo, la bandera del Regimiento de Picoaga. Además se tomó la cuantiosa reserva de abastecimientos con la que contaba el ejército realista, abundante carga de harina y aguardiente, dos mil ovejas, sesenta vacas y dieciséis mulas.

Busto al General M. E. Arias en Orán, Salta.

Este “golpe de mano” sobre la retaguardia enemiga, hábilmente planificado por Güemes y llevado a cabo por Arias es un buen ejemplo de la eficacia de las acciones de la “guerra gaucha”, que no solo consistieron en prácticas de desgaste, sino que en numerosas ocasiones llegó a implicar “incursiones tácticas” de un altísimo valor estratégico, ya que “a partir de esas acciones éstos (los realistas) perderán el control y el dominio de su propia retaguardia, lo que influirá de manera determinante en el sostenimiento de sus planes”.

Conclusión: La acción de Arias y el fracaso de De la Serna

Aunque el desempeño del Coronel Arias merece un tratamiento mayor, hemos presentado sucintamente solo dos claros ejemplos de su actuación en las acciones de la “guerra gaucha”. Por un lado, la estrategia desplegada por Arias en enero de 1817 durante la ocupación realista del Valle del Zenta sirve como muestra de la eficacia de las “acciones de desgaste” sobre las fuerzas enemigas. Dichas acciones lograron generar, si no una derrota definitiva, un considerable retraso en su avance y una merma importante de vidas humanas en las líneas enemigas. Al mismo tiempo, dichas acciones implicaron una eficaz aplicación de la “guerra de recursos”, ya que la obtención de bastimentos para el sostén de su tropa y forrajes para sus caballadas se vio gravemente afectada por medio de la estrategia aplicada por Arias sobre las fuerzas de Marquiegui. Al privarlos hábilmente de esos recursos, ya sea ocultándolos o simplemente quitándoselos, logró obstaculizar irremediablemente el desarrollo de la campaña de De la Serna.

Por otro lado, hemos expuesto brevemente la maniobra desplegada por el Coronel Arias en la toma de Humahuaca como ejemplo de las acciones directas que también se desplegaron durante la “guerra gaucha”.

Este enfrentamiento, según opinión de algunos historiadores, “puede ser considerado como una “Batalla”, ya que el mismo fue trascendental y modifico la situación de guerra del Teatro de Operaciones. Marcó un antes y un después en el teatro de operaciones, siendo uno de los grandes hitos en la lucha por la independencia” . Efectivamente, al haber actuado sobre la retaguardia enemiga, Arias logró llevar adelante una acción decisiva, “afectando de esta manera para los realistas el dominio y control de las principales vías de comunicación con el Alto Perú” .

Debido a su meritoria actuación en la reconquista de Humahuaca, Arias será ascendido por solicitud de Güemes al rango de “Coronel Graduado”, y a instancias de Belgrano recibirá del Gobierno Nacional una condecoración. La abrumadora victoria obtenida aquel 1° de marzo de 1817 será el prolegómeno de una larga serie de triunfos patriotas sobre las fuerzas de De la Serna, quien se verá sometido a incesantes acciones de “distracción” de su objetivo principal, que finalmente lograron evitar su avance sobre Buenos Aires.

La necesaria extensión que implicaría presentar la siguiente etapa de la “guerra gaucha” durante los meses de abril y mayo de 1817, nos impide exponerlas en este mismo artículo y harían imprescindible un exhaustivo tratamiento posterior. Pero podemos adelantar el resultado final: De la Serna, que se había propuesto ocupar la ciudad de Buenos Aires en el mes de mayo, será sometido por las milicias de Güemes con tal furor en la llamada “Batalla del Valle de Lerma” , que el 4 de ese mismo mes se verá obligado a iniciar la retirada de Salta, abandonando definitivamente su empresa. La derrota sufrida por el ejército del airoso Mariscal que había triunfado sobre Napoleón y pero que ahora culmina su campaña vencido por Güemes y sus milicias gauchas, obliga al general español García Camba a explicar: “la falta deconocimiento en esta clase de guerra enteramente nueva para ellos y el desventajoso concepto que ligeramente habían formado del enemigo varios de sus individuos, fueron la causa de algunas temeridades tan sensibles como costosas” , sostiene Camba en sus “Memorias”, en el intento de justificar la derrota de De la Serna.

Durante este enfrentamiento contra el ejército de De la Serna, el Coronel Arias tuvo un papel preponderante, demostrando en varias ocasiones su valor como “talentoso conductor táctico” de las milicias a su mando. Por este y otros valiosos méritos militares Arias, “a quien la Sala de Representantes de Salta llamaría en 1823 gloria y honor de la provincia” , sigue siendo reconocido hasta la actualidad como uno de los más destacados lugartenientes de Güemes, y un insigne defensor de la Independencia.

Lic. Gustavo Álvarez