El Temulento, del Dr. Joaquín Castellanos (tercera parte)

Es uno de los más notables hombres de la poesía salteña, fue gobernador de Salta y su erudición en las letras competía solamente con su honradez y hombría de bien. En esta obra, nos deja muchas rimas que confluyen en una suerte de tratado de filosofía existencial.

V. La sonrisa de Dionisio

Poetas hay de todo y para todo;
su torre de marfil es un baluarte
en donde cumplen de diverso modo los ritos de su arte.

Hay tremendos poetas paisajistas
que pintan de un brochazo el arrabal;
y para Ocasos son capitalistas
de gemas, oro y púrpura verbal.

Hay poetas sinfónicos que labran
estrofas con un técnico primor,
pensando que la música empalabran
y que hacen versos hasta en do mayor.

Y hay vates sabios que en las nuevas forjas,
de inspiración, aviados siempre están;
poniéndole a Pegaso un par de alforjas
y en ancas una Musa, al Pindo van.

Hay alegres copleros humorísticos;
hay trovadores de ímpetus volcánicos;
y enfrente al coro de los bardos místicos,
hay cantores satánicos.

Hoy nobles vates que el amor platónico
celebran, y practican el empírico;
y en todo dan al cuerpo lo más tónico
y al alma lo más lírico.

Otros, ajenos a la vida práctica,
plañen la poesía melancólica;
pocos se inclinan hoy a la didáctica,
muchos a la bucólica.


Hay poetas del sol de cuyos cánticos
al astro rey no alcanza nota alguna,
y una turba infinita de románticos
poetas de la Luna.

Entre esa gran legión, sublime o necia,
busco en la fuente artística de Europa,
busco al cantor más dulce de la Grecia:
al cantor de la copa.

El cantor de las rosas y del vino,
de los amores fáciles y breves,
en cuya frente anciana unió el destino
las flores a las nieves.

Las glorias, que yo ensalzo, ya ensalzadas,
pasando de horizonte en horizonte
vuelan de siglo en siglo en las aladas
estrofas de Anacreonte.

Hoy quiero en las anacreóntica ensayarme
usando decadentes tonos finos;
pido al Arte perdón y a los ladinos
críticos criollos muy en especial.
Ya en traim lírico estoy: he aquí una oda
cuya dedicatoria recta viene
al dios que más adoradores tiene:
a Baco, el perdurable dios triunfal.

La sonrisa de Dionisio
Cantemos al licor, que en la planicie
de la existencia opaca y aburrida
hace ondear la uniforme superficie
con un hervor de vida!

Cantemos al licor, arma en guerra,
para luchar contra el terrible asedio
del monstruo más cruel que el orbe encierra:
el gran monstruo del tedio.

Cantemos al licor, que si en el goce
no da felicidad, es por lo menos
gentil libertador que en blanco roce,
lima grillos terrenos.

Cantemos al licor, postre sonrisa,
del más hermoso dios del paganismo,
cuyo mito la alianza simboliza
del cielo y del abismo!

¡Juego astral, sol diluido, luz sanguínea,
dulce lava sutil que hirviendo en finos
cráteres de cristal, vierte fulmínea
trágicos torbellinos!

¡Rocío de las albas del infierno
cuyo riego fecunda en trovas calmas.
Las flores negras que un dominio interno
Cultiva en nuestras almas.

¡Cantemos al licor, y en copas llenas
escancia el vino que me baste, ¡o niña!
para suplir la sangre de las venas
con sangre de la viña!

¡Quiero beber y amar ante la tropa
de los abstemios y los locos sabios!
¡Dadme después del beso de la copa,
el beso de los labios!

VI

Con ansias de placer y sed de amores,
siempre en pos de una nueva sensación,
voy despojando a prisa de sus flores
al sanguíneo rosal del corazón.

¡Ser o no ser! He aquí el eterno enredo
que nadie puede descifras hasta hoy;
más vale un pobre yo que un gran remedo
aún de un Dios -¡“Ego Sum”!- Soy lo que soy.

¿Por qué enmendarme y para qué? La vida
vale por lo que tiene de inquietud;
agitadora eterna es la bebida;
el vino da ilusión de plenitud.

Es del hombre el estado más perfecto
el de una semilúcida embriaguez;
está de savia el corazón erecto
y el espíritu en plena brillantez.

Mística es la ebriedad; forma una suerte
de idealismo frustrado en lo brutal;
la ebriedad, flor de la vida y flor de la muerte;
en el árbol del bien, fruto del mal.
Con ese fruto que su fuerza embota
su hambre engaña y su sede la humanidad;
¡pobre vieja alma humana a quien azota
y acaricia una trágica ebriedad!

¿Por qué soy débil y me arrastra el vicio?
¿Qué impulsiones atávicas sin nombre,
me empujan a una cima en la que el hombre
pervertido es más vil que el animal?
La bestia no se embriaga; recta y simple
encumbrarse al empíreo no pretende;
no se remonta, pero no desciende
a los más hondos límites del mal.

De esto falta un capítulo en la Biblia;
si bien el libro audaz de los Proverbios,
y Job, en sus apóstrofes soberbios,
echa la zona al mar de la cuestión
del Ser y del no Ser, cuyos confines
tocan las religiones, los sistemas
de alta filosofía, y otros temas
de humana, universal divagación!

Del hombre cuentan que por Dios creado
tiene un soplo divino en barro inmundo;
que Abel fue puro, sucumbió y el mundo
se pobló con la raza de Caín
la más piadosa religión enseña
que antes de ver la luz es ya culpable;
y la ciencia no aclara el insondable
misterio de su origen y su fin.

Prófugo eterno de los antros, lleva
nidadas de reptiles en su seno;
parece que la hiel de algún veneno
bebió en la misma leche maternal.
De su existencia todas las corrientes
confluyen hacia un vasto y negro alveolo;
por el dolor, con el dolor, y sólo
Para el dolor, la vida es inmortal.

Camila Meayar